miércoles, 22 de abril de 2015

La lengua universal

Ufff… que nervios, era mi primera vez. Os aclaro, seguramente estéis perdidos, aunque no creo que tanto como yo… Estoy a puntito de hacer una cosa por primera vez, quedar con una chica. Sí, sé que todos os estaréis riendo, pero no es como las demás… ella es distinta, y no sé, estoy nervioso… os contaré la historia desde el principio mejor y así dejáis de comeros la cabeza.
Todo comenzó hace unos días, no sé ni cómo, pero un viejo amigo decidió presentarme a una chica, pero como estamos en pleno siglo XXI lo que hizo realmente fue intercambiar nuestros contactos. Abrí el Whatsapp para decirle algo. Pero qué decirle, no sabía ni como era y uno de los dos debía decir “hola” o algo parecido. Tras 2 horas (sin exagerar) pensando que decirle me lancé y escribí un triste “Buenas tardes”. Acto seguido recibí respuesta. “Buenas tardes :D” ponía. Me ruboricé sin querer y estuve observando esa cara sonriente durante unos instantes hasta que prosiguió con la conversación de una manera normal. Tras unos minutos presentándonos, empezamos a lanzarnos preguntas para conocernos un poco mejor, pero como yo estaba tan nervioso no podía parar de escribir mal, parecía un chihuahua gigante. Al cabo de unos minutos, me fijé en la foto de perfil. Puse mi dedo sobre ella y se maximizó en mi pantalla. Pude observar su rostro.
Sus ojos azules y grandes miraban a la cámara que capturó tan bello ángel. Era una mirada tan dulce y penetrante que suspiré al mismo tiempo que mi pecho parecía una jaula para mi corazón encendido. Sus cabellos rubios y largos me recordaban a las praderas llenas de girasoles que visitaba cada verano cuando era un crío. Y su sonrisa medio tapada por un lado por una de sus mangas del jersey le otorgaba un aire misterioso y tímido que no solo despertó en mí a mi corazón sino a todo mi cuerpo. Era perfecta pensé.
Tras una hora sin parar de hablar, me preguntó si tenía alguna foto mía para poder verme. Yo, que feliz había vivido sin fotos sobre mí mismo a diferencia de muchos de los otros adolescentes, estaba ansioso por hacerme una en la que saliera tan perfecto como ella salía en la suya. Quise pedir ayuda, pero no me apetecía que mis padres y mi hermana mayor descubrieran para quien era, así que bajo la idea que mis hormonas me provocaron me encerré en el cuarto de baño. Con el móvil en la mano y apuntando hacia el espejo, pulsé el botón que iniciaba la aplicación de la cámara. Busqué una postura y una cara que transmitieran naturalidad y a la vez humildad, pero cada vez que hacía una mueca o un gesto extraño pensaba “¿Qué estoy haciendo con mi vida?”. Tras más de cien posiciones distintas tiré de la cadena del wáter para disimular y volví a mi cuarto. Lo mejor fue pedir ayuda a mi hermana, le dije que era para un trabajo de Plástica en el cual debía retratarme a mí mismo mostrándome como soy. Tras sacarme la foto y burlarse un poco salió de mi habitación. Le envié la foto, pero sin darme cuenta me había dejado escrito lo siguiente:
-“Si no quieres no hace falta”. 20:57
-“Bueno, me voy a cenar, hablamos luego :D”. 21:01
-“Besis”. 21:01
            Eran las 21:10. “Menudo imbécil” me dije a mí mismo. Le envié la foto y mi madre me avisó de que la cena ya estaba en la mesa. Le dejé un mensaje parecido al suyo y tiré con cuidado el móvil sobre las sábanas revueltas de mi cama.

            Tras una plácida cena preparada con mucho esmero por mi madre estaba mucho más tranquilo. Cogí el móvil, lo desbloqueé y tras leer los más de 1000 mensajes de los grupos en dos segundos abrí el chat con la chica, de la cual no diré el nombre por cierto. Leí de nuevo lo que me había escrito y me sonrojé mientras poco a poco me tumbaba sobre mi cama.
            -“Buen provecho, nos vemos ahora. Por cierto, eres muy mono… me pregunto cómo serás en persona”. 21:39
            Estaba en línea. Retomé la conversación y ella contestó inmediatamente todo lo que le escribía o preguntaba. Pese a estar muy nervioso me sentía muy a gusto conforme hablaba. De aquella conversación recuerdo sacar en claro dos cosas: sus gustos literarios eran casi idénticos a los míos y ambos sentíamos un interés el uno por el otro. Cuando dieron las 0:00 en el reloj de mi casa era la hora de irme a dormir, me iban a apagar el router y perdería la conexión con ella. Me despedí con un pequeño texto el cual pese a darme algo de vergüenza contároslo os podréis reir de él a continuación. Dice así:
            -“Siento tener que despedirme, pero o me las piro a dormir ahora o mi madre me apagará el Internet. Ambas pienso que son malas porque no hablaré contigo más por hoy, pero desearte buenas noches y que descanses bien. Nasnoches :DDDDD”. 0:02✓✓
     
      A la mañana siguiente a eso de las 7:36 pude coger el móvil y leer su mensaje de buenas noches que me había escrito. Este no os lo paso, es demasiado bonito. Pero bueno, seguiré contándoos un poco por encima lo que pasó a continuación. Seguimos con nuestras conversaciones tan largas durante unos días en los que no parábamos de conocernos hasta que cierto día, jugando al basket con amigos, entre ellos quien me pasó su número me sugirió de quedar con ella. Pensándolo bien, no era mala idea, pero iba a temblar como un flan nada más verla. Dije que quedaría con ella.
            Fue curiosa la forma en la que le pedí quedar, pues estábamos hablando como siempre por el móvil cuando sin venir a cuento le pregunté si quería ir a dar una vuelta. Nada más escribí eso no pude parar de maldecirme. “Tan directo no” me decía una y otra vez. Tras unos segundos de eterno silencio en los que ponía “escribiendo” recibí contestación a mi ruda pregunta.
            -“Me encantaría”. 16:23
            Una amplia sonrisa iluminó mi cara pálida. Eso era un sí, bueno, un sí de dos palabras, pero para mí era afirmativo. Tras decidir cuando y donde quedar un sentimiento de alegría inundó mi pecho de nuevo, haciendo de mi ser el más feliz sobre el globo. ¿Qué ponerme? ¿Cómo ir peinado? ¿Debía saludar con un beso? ¿Dos? ¿Un abrazo? ¿Qué voz tendría? ¿Sería dulce, delicada y tierna o sería más imponente y decidida? Cada vez más y más dudas llenaron mi mente, pero siempre con una cosa en común, y era que la respuesta involucraba la opinión de ella. Estaba enamorándome, y me estaba hasta gustando.
            Pasaron los días hasta que por fin, llegamos por donde lo dejé al principio. Como era verano os diré solamente que llevaba una camisa blanca a cuadros azules y negros, una camiseta lisa azul claro y pantalones vaqueros cortos. No llevaba ni gafas de sol ni colgantes, solo mi reloj y un coletero de mi hermana que me gustaba usar como herramienta para combatir los nervios y el estrés.
            Estaba muy pero que muy nervioso, como bien sabréis. Pues bien, lo que sucedió a continuación aún hizo de ella que fuera más única. Cuando la vi aparecer por una de las calles que daban a la Plaza San Miguel noté como mis rodillas temblaban y quisé mantener la compostura. Ella se acercaba poco a poco con una camiseta de tirantes blancas con un estampado de un dibujo extraño y con unos pantalones “shorts” negros. Calzaba unas botas negras no muy altas y llevaba un bolso pequeño de color negro. Simplemente preciosa… sé que el aspecto no es lo más importante, pero mi boca abierta de par en par era la mejor manera de expresar la fascinante experiencia que acababa de tener al ver uno de esos cuadros tan bellos que se exponen en los museos caminar hacia mi posición.
            Se paró frente a mí.
            La miré a los ojos, eran azules, preciosos, como en la foto de perfil. Tenían una raya grego y sombra de ojos color morado claro.
            Le di un par de besos y le dije hola.
            Ella me devolvió el saludo con un simple gesto.
            Le pregunté como estaba.
            No dijo nada, se limitó a gesticular con las manos algo que asumí que significaba bien.
            Le dije que me alegraba verla y ella sonrió, pero ella no hablaba ni me interrumpía en ningún momento, de hecho sus ojos no despegaban la mirada de mis labios.
            Poco a poco empecé a entender que estaba ocurriendo.      
            La chica de la que me había enamorado era sorda, eso explicaba los gestos de hacía unos segundos y el porqué no me había hablado ni una sola vez. Era algo muy importante, pues me había ilusionado con poder escuchar su voz en mi oído. Pero no podía ser, me sentí algo triste, pero ella se dio cuenta al instante, puso una cara triste, me miró con ojos de cordero, puso morritos y abrió sus brazos ofreciéndome un abrazo. Acepté encantado el gesto y la abracé con toda la ternura del mundo, me sentía muy cómodo junto a ella y me olvidé completamente de su discapacidad.
            Que tonto había sido al pensar que por no poder hablar ni oír como los demás tenía que ser diferente al resto, pero no era así. Aprendí que todos tienen la misma capacidad de querer como de ser queridos, que todos, independientemente de sus diferencias, éramos iguales a la hora de amar, no en la forma, sino en el sentimiento y en la sensación de caer en los brazos de a quien uno ama.
            Al final, fuimos a dar una vuelta por el parque junto al río, cogidos por el brazo como una pareja. Cuando la caída del sol iluminó el cielo con tonos pardos, ambos estábamos cogidos por ambas manos, nos miramos, nos besamos. Fue un beso inesperado, pero acertado. Un solo instante, un eterno instante en el que mis labios besaron los labios de la joven más hermosa que se había visto en la Tierra desde el nacimiento de la mismísima Afrodita. Como último acto aquella tarde la acompañé a casa y nos despedimos con un nuevo beso.
            “Menuda sorpresa, pero dulce sorpresa” me dije cuando se había ido. “Ya la echo de menos...” pensé. Volví a casa con una sonrisa que me ocupaba toda la cara de bobalicón que se me había quedado tras los besos. Subí las escaleras, abrí la puerta, la cerré con llave y me tumbé sobre mi cama con un nuevo mensaje de whatsapp suyo en el móvil:
            -“Me ha gustado mucho verte… gracias por no asustarte al saber que era sorda, creía que ya lo sabías. PD: te echo de menos :,(“. 22:22


            El final de la historia no está escrito, saldré más veces con ella, y quien sabe lo que sucederá, pero yo solo sé que mañana mismo me compro un diccionario que me enseñe a comunicarme con ella mediante gestos. Yo ya me llevé una sorpresa bastante agradable, creo que debo ser igual de detallista y sorprenderle yo ahora a ella, pero sssshhhhhh… no digáis nada, y mucho menos a ella. ;).

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