martes, 28 de abril de 2015

Las 12 rosas de San Jorge.

Explicome, esta idea surgió en mi cabeza y se desarrolló durante una semana agotadora. El día 16 de abril de 2015 comenzó todo. ¿El qué? Regalar 12 rosas a 12 damas que se ofrecieron a elegirlas. Pero las rosas no eran flores cortadas o imitaciones de plástico sino un dibujo único y un poema. Cada rosa negra tiene un nombre propio. Por cierto, espero que las afortunadas hayan disfrutado del premio. Feliz San Jorge y Día del Libro. Pasen un buen puente.

Crisalia
Siempre me inspira, es como
las vidrieras de las iglesias,
pero más bonito en mi opinión.
En el lenguaje literario
se usa la famosa
copla de pie quebrado
o versos manriqueños.
Texto.
 Elegida
La flor que tal vez 
peor me saliera, pero así
lo elegí yo.
En ella uso el verso libre
para transmitir una leccion
a quien la recibiera y 
ahora a todos ustedes.
Parte 1 texto
Parte 2 texto
 Ernten
El primer dibujo, realizado
tan solo con mi bolígrafo de gel.
Uso de la lira para
adornarlo con gracia.
Texto
 Espina
Diseño tribal, me recuerda a los
tatuajes, me encantan.
Un precioso soneto para
un diseño antiguo y moderno.
Texto
 Herz
La rosa llamada "Corazón" en alemán,
sin duda mi favorita, pues me costó
mucho conseguir los tonos ideales.
Pero ahí está, imitando
el esquema de la octava real en
dos estrofas de octosílabos.
Texto
 Iris
La misma flor pero vista
con unos colores algo distintos
y más chillones.
Escrito con 2 estrofas de 6 versos
de 6 sílabas cada uno
y de rima abbaab.
Texto
 Porcelana
Llamada así por un ligero
aire que se le da a la porcelana.
Uno pareados de 9 sílabas
de manera consecutiva para
darle un toque propio.
Texto
 Ragazza
Una rosa formada por puntos
aparentemente desordenados.
Buena metáfora materia-átomos.
En este caso tiro de una estrofa
parecida a la copla real pero de métrica
ABBAABCDDC con versos decasílabos.
Texto
 Revoltosa
Garabatos que formaron
una mano y una rosa.
Usado como recurso literario
Cuaderna Vía en 14 versos alejandrinos.
Texto
 Roselia
Dibujada solamente con lápiz y dedo.
Tres estrofas redondillas para
hacernos disfrutar de la lectura.
Texto

 Schwartz
Dibujada a partir de círculos.
La escritura es un romance octosílabo.
Texto

















Worte.
Una flor dibujada a partir de palabras,
vamos, un caligrama para nosotros
los que amamos la escritura.
Los versos los encontramos dentro de 
la flor, por lo que la lectura es algo
desordenada y no forma una estrofa
perfectamente reflejada.
Texto de la Mano
Texto de los Pétalos

Propuestas para el graffiti poético:



Decir que he soñado
por haberte visto.

Leer tu mirada
y ver nuestra historia

Ni Bécquer ni Garcilaso
conocieron musa como tú.

Romper el corazón
que un día te di

Puede que no dure lo escrito en el muro,
ni el muro, pero eterno será que TE AMO.


miércoles, 22 de abril de 2015

La lengua universal

Ufff… que nervios, era mi primera vez. Os aclaro, seguramente estéis perdidos, aunque no creo que tanto como yo… Estoy a puntito de hacer una cosa por primera vez, quedar con una chica. Sí, sé que todos os estaréis riendo, pero no es como las demás… ella es distinta, y no sé, estoy nervioso… os contaré la historia desde el principio mejor y así dejáis de comeros la cabeza.
Todo comenzó hace unos días, no sé ni cómo, pero un viejo amigo decidió presentarme a una chica, pero como estamos en pleno siglo XXI lo que hizo realmente fue intercambiar nuestros contactos. Abrí el Whatsapp para decirle algo. Pero qué decirle, no sabía ni como era y uno de los dos debía decir “hola” o algo parecido. Tras 2 horas (sin exagerar) pensando que decirle me lancé y escribí un triste “Buenas tardes”. Acto seguido recibí respuesta. “Buenas tardes :D” ponía. Me ruboricé sin querer y estuve observando esa cara sonriente durante unos instantes hasta que prosiguió con la conversación de una manera normal. Tras unos minutos presentándonos, empezamos a lanzarnos preguntas para conocernos un poco mejor, pero como yo estaba tan nervioso no podía parar de escribir mal, parecía un chihuahua gigante. Al cabo de unos minutos, me fijé en la foto de perfil. Puse mi dedo sobre ella y se maximizó en mi pantalla. Pude observar su rostro.
Sus ojos azules y grandes miraban a la cámara que capturó tan bello ángel. Era una mirada tan dulce y penetrante que suspiré al mismo tiempo que mi pecho parecía una jaula para mi corazón encendido. Sus cabellos rubios y largos me recordaban a las praderas llenas de girasoles que visitaba cada verano cuando era un crío. Y su sonrisa medio tapada por un lado por una de sus mangas del jersey le otorgaba un aire misterioso y tímido que no solo despertó en mí a mi corazón sino a todo mi cuerpo. Era perfecta pensé.
Tras una hora sin parar de hablar, me preguntó si tenía alguna foto mía para poder verme. Yo, que feliz había vivido sin fotos sobre mí mismo a diferencia de muchos de los otros adolescentes, estaba ansioso por hacerme una en la que saliera tan perfecto como ella salía en la suya. Quise pedir ayuda, pero no me apetecía que mis padres y mi hermana mayor descubrieran para quien era, así que bajo la idea que mis hormonas me provocaron me encerré en el cuarto de baño. Con el móvil en la mano y apuntando hacia el espejo, pulsé el botón que iniciaba la aplicación de la cámara. Busqué una postura y una cara que transmitieran naturalidad y a la vez humildad, pero cada vez que hacía una mueca o un gesto extraño pensaba “¿Qué estoy haciendo con mi vida?”. Tras más de cien posiciones distintas tiré de la cadena del wáter para disimular y volví a mi cuarto. Lo mejor fue pedir ayuda a mi hermana, le dije que era para un trabajo de Plástica en el cual debía retratarme a mí mismo mostrándome como soy. Tras sacarme la foto y burlarse un poco salió de mi habitación. Le envié la foto, pero sin darme cuenta me había dejado escrito lo siguiente:
-“Si no quieres no hace falta”. 20:57
-“Bueno, me voy a cenar, hablamos luego :D”. 21:01
-“Besis”. 21:01
            Eran las 21:10. “Menudo imbécil” me dije a mí mismo. Le envié la foto y mi madre me avisó de que la cena ya estaba en la mesa. Le dejé un mensaje parecido al suyo y tiré con cuidado el móvil sobre las sábanas revueltas de mi cama.

            Tras una plácida cena preparada con mucho esmero por mi madre estaba mucho más tranquilo. Cogí el móvil, lo desbloqueé y tras leer los más de 1000 mensajes de los grupos en dos segundos abrí el chat con la chica, de la cual no diré el nombre por cierto. Leí de nuevo lo que me había escrito y me sonrojé mientras poco a poco me tumbaba sobre mi cama.
            -“Buen provecho, nos vemos ahora. Por cierto, eres muy mono… me pregunto cómo serás en persona”. 21:39
            Estaba en línea. Retomé la conversación y ella contestó inmediatamente todo lo que le escribía o preguntaba. Pese a estar muy nervioso me sentía muy a gusto conforme hablaba. De aquella conversación recuerdo sacar en claro dos cosas: sus gustos literarios eran casi idénticos a los míos y ambos sentíamos un interés el uno por el otro. Cuando dieron las 0:00 en el reloj de mi casa era la hora de irme a dormir, me iban a apagar el router y perdería la conexión con ella. Me despedí con un pequeño texto el cual pese a darme algo de vergüenza contároslo os podréis reir de él a continuación. Dice así:
            -“Siento tener que despedirme, pero o me las piro a dormir ahora o mi madre me apagará el Internet. Ambas pienso que son malas porque no hablaré contigo más por hoy, pero desearte buenas noches y que descanses bien. Nasnoches :DDDDD”. 0:02✓✓
     
      A la mañana siguiente a eso de las 7:36 pude coger el móvil y leer su mensaje de buenas noches que me había escrito. Este no os lo paso, es demasiado bonito. Pero bueno, seguiré contándoos un poco por encima lo que pasó a continuación. Seguimos con nuestras conversaciones tan largas durante unos días en los que no parábamos de conocernos hasta que cierto día, jugando al basket con amigos, entre ellos quien me pasó su número me sugirió de quedar con ella. Pensándolo bien, no era mala idea, pero iba a temblar como un flan nada más verla. Dije que quedaría con ella.
            Fue curiosa la forma en la que le pedí quedar, pues estábamos hablando como siempre por el móvil cuando sin venir a cuento le pregunté si quería ir a dar una vuelta. Nada más escribí eso no pude parar de maldecirme. “Tan directo no” me decía una y otra vez. Tras unos segundos de eterno silencio en los que ponía “escribiendo” recibí contestación a mi ruda pregunta.
            -“Me encantaría”. 16:23
            Una amplia sonrisa iluminó mi cara pálida. Eso era un sí, bueno, un sí de dos palabras, pero para mí era afirmativo. Tras decidir cuando y donde quedar un sentimiento de alegría inundó mi pecho de nuevo, haciendo de mi ser el más feliz sobre el globo. ¿Qué ponerme? ¿Cómo ir peinado? ¿Debía saludar con un beso? ¿Dos? ¿Un abrazo? ¿Qué voz tendría? ¿Sería dulce, delicada y tierna o sería más imponente y decidida? Cada vez más y más dudas llenaron mi mente, pero siempre con una cosa en común, y era que la respuesta involucraba la opinión de ella. Estaba enamorándome, y me estaba hasta gustando.
            Pasaron los días hasta que por fin, llegamos por donde lo dejé al principio. Como era verano os diré solamente que llevaba una camisa blanca a cuadros azules y negros, una camiseta lisa azul claro y pantalones vaqueros cortos. No llevaba ni gafas de sol ni colgantes, solo mi reloj y un coletero de mi hermana que me gustaba usar como herramienta para combatir los nervios y el estrés.
            Estaba muy pero que muy nervioso, como bien sabréis. Pues bien, lo que sucedió a continuación aún hizo de ella que fuera más única. Cuando la vi aparecer por una de las calles que daban a la Plaza San Miguel noté como mis rodillas temblaban y quisé mantener la compostura. Ella se acercaba poco a poco con una camiseta de tirantes blancas con un estampado de un dibujo extraño y con unos pantalones “shorts” negros. Calzaba unas botas negras no muy altas y llevaba un bolso pequeño de color negro. Simplemente preciosa… sé que el aspecto no es lo más importante, pero mi boca abierta de par en par era la mejor manera de expresar la fascinante experiencia que acababa de tener al ver uno de esos cuadros tan bellos que se exponen en los museos caminar hacia mi posición.
            Se paró frente a mí.
            La miré a los ojos, eran azules, preciosos, como en la foto de perfil. Tenían una raya grego y sombra de ojos color morado claro.
            Le di un par de besos y le dije hola.
            Ella me devolvió el saludo con un simple gesto.
            Le pregunté como estaba.
            No dijo nada, se limitó a gesticular con las manos algo que asumí que significaba bien.
            Le dije que me alegraba verla y ella sonrió, pero ella no hablaba ni me interrumpía en ningún momento, de hecho sus ojos no despegaban la mirada de mis labios.
            Poco a poco empecé a entender que estaba ocurriendo.      
            La chica de la que me había enamorado era sorda, eso explicaba los gestos de hacía unos segundos y el porqué no me había hablado ni una sola vez. Era algo muy importante, pues me había ilusionado con poder escuchar su voz en mi oído. Pero no podía ser, me sentí algo triste, pero ella se dio cuenta al instante, puso una cara triste, me miró con ojos de cordero, puso morritos y abrió sus brazos ofreciéndome un abrazo. Acepté encantado el gesto y la abracé con toda la ternura del mundo, me sentía muy cómodo junto a ella y me olvidé completamente de su discapacidad.
            Que tonto había sido al pensar que por no poder hablar ni oír como los demás tenía que ser diferente al resto, pero no era así. Aprendí que todos tienen la misma capacidad de querer como de ser queridos, que todos, independientemente de sus diferencias, éramos iguales a la hora de amar, no en la forma, sino en el sentimiento y en la sensación de caer en los brazos de a quien uno ama.
            Al final, fuimos a dar una vuelta por el parque junto al río, cogidos por el brazo como una pareja. Cuando la caída del sol iluminó el cielo con tonos pardos, ambos estábamos cogidos por ambas manos, nos miramos, nos besamos. Fue un beso inesperado, pero acertado. Un solo instante, un eterno instante en el que mis labios besaron los labios de la joven más hermosa que se había visto en la Tierra desde el nacimiento de la mismísima Afrodita. Como último acto aquella tarde la acompañé a casa y nos despedimos con un nuevo beso.
            “Menuda sorpresa, pero dulce sorpresa” me dije cuando se había ido. “Ya la echo de menos...” pensé. Volví a casa con una sonrisa que me ocupaba toda la cara de bobalicón que se me había quedado tras los besos. Subí las escaleras, abrí la puerta, la cerré con llave y me tumbé sobre mi cama con un nuevo mensaje de whatsapp suyo en el móvil:
            -“Me ha gustado mucho verte… gracias por no asustarte al saber que era sorda, creía que ya lo sabías. PD: te echo de menos :,(“. 22:22


            El final de la historia no está escrito, saldré más veces con ella, y quien sabe lo que sucederá, pero yo solo sé que mañana mismo me compro un diccionario que me enseñe a comunicarme con ella mediante gestos. Yo ya me llevé una sorpresa bastante agradable, creo que debo ser igual de detallista y sorprenderle yo ahora a ella, pero sssshhhhhh… no digáis nada, y mucho menos a ella. ;).

Un día normal de mi vida normal.

Miguel estaba preparado. Tras desayunar un tazón de leche y cereales, cogió todos sus libros, los introdujo en su vieja mochila y se cambió de ropa. Mientras lo hacía, no pudo evitar mirarse en el espejo. Se veía delgado, enclenque, débil. Su madre le pegó un grito y volvió en si. Una vez se había vestido, su madre le dijo:
-Hoy te acompaño.
-No es necesario mamá, puedo ir yo solo.-le contestó el joven. 
-No digas tonterías, en tu estado no puedo dejar de vigilarte. 
-Pero mamá… 
-Escucha…- le interrumpió – sé que quieres que sea normal, y aceptamos tus condiciones, pero debes entender que si te ocurre algo, alguien debe estar ahí. 
Tras aquellas palabras, una dulce sonrisa y un beso en la frente, Miguel aceptó lo que decía su madre. 
Salieron de casa rumbo al colegio. Cursaba 3º de la E.S.O. en un colegio cercano a su casa, al cual, le tenía un aprecio infinito, no solo porque ya no lo iba a volver a ver, sino porque había sido un lugar muy especial para él. Aquel día, cuando estaba yendo con su madre, recordó su primer día de colegio. En su memoria estaba aquel momento en el cual, tuvo que soltar la mano de su mamá y agarrar la de una profesora desconocida para él, tuvo que emprender una nueva aventura entre llantos y lágrimas, una aventura que nunca olvidaría. 
Volvió al presente, estaba ya en la puerta. Su madre le soltó la mano, como en su primer día… una lágrima brotó de su ojo izquierdo. Sentía como ese momento no lo iba a volver a repetir jamás. 
En la entrada sin embargo, no fue una profesora quien le ofreció su mano, fueron sus amigos, Joel y Alberto. 
-Vamos tío, una última vez- dijo Joel sonriéndole. 
-Venga, no querrás llegar tarde en un día como este, ¿verdad?- añadió Alberto. 
- Claro que no cabrones, siempre sabéis como alegrarme. 
Así pues, los tres entraron. Subieron las escaleras un poco más despacio de lo normal, pero llegaron a tiempo a clase. Una vez allí, los 24 alumnos (exceptuando a los 2 anteriores) abrazaron a Miguel entre lágrimas y sonrisas. Miles de mensajes de ánimo fueron dichos antes de que llegara al aula D. Fernando Fernández, profesor de historia. Todos se sentaron en sus respectivos sitios. Miguel se sentó en el que había sido su sitio durante los 2 primeros meses del curso: junto al radiador y la ventana, un sitio ideal, frío en verano y caliente en invierno. 
-Sacad vuestros libros y abridlo por el tema 9, hoy empezaremos la Revolución Rusa. Para empezar, os mandaré leeros las 4 primeras páginas y resumirlas. Miguel, tú también.- dijo D. Fernando. 
Todos obedecieron, menos los 4 de siempre que se dedicaban a charlar o pintar cosas en las partes de atrás de los cuadernos. A Miguel empezar la mañana de ese modo le pareció ideal. 
Tras una eterna hora hablando sobre un tal Lenin y los zares, el profesor abandonó el aula. Como es de imaginar, se armó un poco de jaleo en el intercambio. Miguel aprovechó y miró por la ventana, los árboles estaban floreciendo, y el viento soplaba fuertemente por unas calles iluminadas por un sol templado y agradable… comenzaba el mes de abril. 
A segunda hora tocaba matemáticas. Rollo… pero era su último rollo. La señorita Ana era una profesora muy simpática y agradable, pero dar funciones no le pegaba nada según decían los alumnos. La señorita se demoró 5 minutos debido a un despiste, cogió el libro de física en vez de matemáticas, por lo que tuvo que volver a la sala de profesores y coger el correcto. 
-Buenos días alumnos- dijo mientras entraba sonriendo. 
-Buenos días- dijeron todos casi a coro. 
- Hola Miguel, veo que has venido, espero que aprendas mucho en esta clase sobre el mundo de las funciones. 
-Eso espero señorita.- contestó con una media sonrisa. 
Toda la clase sacó su libro en aquel preciso instante y comenzaron. Mientras casi el 80% intentaba enterarse de lo que significaba una asíntota, el otro 20% restante directamente pasaba. Pasada la hora, todos salieron corriendo al recreo, dejando a la pobre profesora a medias en uno de sus discursos sobre por qué son tan importantes las matemáticas. Miguel, que no sentía esa energía que le hacía correr, salió despacio. 
-Adiós Miguel, ha sido un placer tenerte como alumno- le dijo la señorita Ana con los ojos llorosos, antes de salir de clase. 
-¿Por qué tardaste tanto?- dijo Alberto- Es igual, venga, vamos al patio. 
Como siempre, Alberto y Joel esperaban a Miguel al salir de clase para bajar los tres juntos al recreo. Miguel no pudo evitar soltar una lágrima. Nunca más volvería a bajar las escaleras con sus amigos para bajar al recreo. 
-¿Y tu almuerzo?- preguntó Joel. 
- No puedo comer… no tengo apetito…- respondió Miguel 
- Bueno, mientras estés bien no probarás de mi bocadillo. 
-¿De qué es? 
-De chópez, chorizo y queso- respondió Joel- mi favorito. Mi madre hace los mejores bocadillos. 
Miguel apenas recordaba de que le hacía su madre los almuerzos. ¿Bocadillo de salami? Tal vez, pero sabía que le encantaban y le entristecía no poder comer. Mientras Joel y Alberto hablaban sobre lo importante que era utilizar una escopeta para matar zombis, Miguel se distrajo observando como los chavales de 1º y 2º jugaban un partido de fútbol. No eran unas estrellas, pero se divertían. Aún recordaba la primera vez que se apuntó en un equipo de fútbol. Fue en el del colegio, y fue allí donde hizo buenas migas con Joel. Por aquel entonces, Miguel era el mejor portero de todo su curso, y Joel un delantero con un ego mucho más grande que una catedral. Como es obvio, en los entrenamientos competían para ver quien era mejor en su posición, y Miguel debía pararse el mayor número de disparos realizados por Joel. Casi siempre quedaban en empate, por lo que los piques fueron cada vez a más y más, y como ninguno quería ser menos que el otro, esa rivalidad se transformó en una sana amistad. “Cuánto hacía ya de eso… una lástima no poder atajar ni una bola de papel ahora.” se dijo a si mismo. 
A la hora de subir, los 3 fueron a beber agua y llegaron a clase 2 minutos tarde. El profesor de Naturales, Luis Parral, les echó una pequeña bronca y les hizo sentarse. 
-Comencemos pues, ¿habéis hecho el esquema que os mandé? Que levante la mano quien no lo haya hecho. 
Miguel y otros 2 levantaron la mano. Luis apuntó en el parte a los 3 y dijo: 
- Esta bien, ya que no los ha hecho, explícame Miguel la meiosis. 
La clase continuó con la explicación de Miguel, y después con la del profesor. La hora de biología le pareció muy entretenida, pues siempre que hablaban de algo, Luis se iba por las ramas y contaba curiosidades sobre el tema que estaban dando, en este caso la reproducción. Cuando la clase concluyó, todos se alborotaron de nuevo y Miguel se distrajo esta vez mirando a Claudia. Claudia, era desde que tenía 10 años, la chica que le gustaba. No era un bellezón, pero para él era la luz de sus días y la luna de sus noches, el calor de su cama en invierno y la brisa del estío. Se sentaba unos sitios más adelante y Miguel se distraía pensando en ella. “¿Cómo sería darle un beso?” pensaba sonrojado y con una sonrisa bobalicona. Enseguida se le pasó cuando vio entrar por la puerta a su profesora de inglés, la señorita Yoli. 
-”Good morning. Please, sit down and open your student´s book in page seventy. Oh, Hi Miguel, how are you? Are you OK?” 
-Eeeh… yes, I am- respondió, aunque de inglés no es que tuviera mucha idea, apenas le llegó para entender que le estaban preguntando que tal estaba y que abriera el libro por la página 70. La clase comenzó con un texto el cual debían traducir, y al final terminaron haciendo una prueba oral, en la cual, cada uno debía decir que quería hacer si mañana les diesen un millón de euros. La mayoría dijeron de comprar cosas caras, pero Miguel fue de los pocos que respondió que no quería dinero, que el dinero sin salud y amor era un sin sentido. 
Todos se giraron y murmuraron cuando dijo tal cosa. 
- Muy bien- le dijo la señorita Yoli- es una opción que no muchos habéis considerado. 
Tras aquella intervención, era la hora de bajar al recreo de nuevo, pero esta vez al recreo largo. De nuevo, Joel y Alberto esperaron a Miguel. Esta vez Miguel no vio jugar a los pequeños, sino que se quedó debatiendo ferozmente que los mejores juegos son los más realistas. Frente a él se encontraba Alberto, el cual defendía que hay juegos de fantasía mil veces mejores que los realistas. Mientras discutían, a Miguel le vino a la mente la primera vez que habló con Alberto. Alberto era el típico niño que no jugaba a ningún deporte en el patio, por lo que se le solía ver solo. Un día, Miguel, sintiendo lástima por él, le dio la oportunidad y habló con él. Fueron conociéndose poco a poco, y cada vez descubrieron que tenían más cosas en común, hasta que cierto día se consideraron mejores amigos. Desde aquel entonces siempre han estado juntos, ellos dos y Joel. 
Llegó la hora de subir otra vez a clase. De camino, subiendo las escaleras, Miguel sintió un fuerte dolor en su vientre, el cual terminó haciéndole vomitar sangre mezclada con vómito de leche y cereales. Joel, que estaba detrás suyo, avisó a un profesor, el cual llamó a su madre para que viniera lo más rápido posible. 
Mientras su madre venía, Miguel subió a clase. Cuando entró por la puerta, pudo ver la cara de preocupación de todos sus compañeros. Miguel, rompió en llanto. En el aula estaba su profesor de Ética, y al ver tal escena le preguntó: 
-¿Por qué lloras, Miguel? 
- Siento mucho haberles preocupado, y siento mucho que lloren por mí. 
- No debes disculparte… no te preocupes Miguel, eres un buen chico, no has hecho nada malo. 
- Pero os he preocupado. Lo siento mucho- decía el joven entre lágrimas que formaban ríos por su pálida cara. 
Casi todas las chicas de la clase comenzaron a llorar, varios chicos también, mientras el resto se aguantaban las lágrimas en sus ojos, los cuales se volvieron húmedos; pero todos sentían como Miguel se iba y en su última voluntad no quería preocuparles y vivir un día normal. Joel y Alberto eran los que más lloraban, pues sabían muy bien el gran esfuerzo que estaba realizando su amigo. Ambos estaban abrazados entre sí, llorando uno sobre el hombro del otro. 
- ¿De qué tienes miedo Miguel?- le preguntó el profesor. 
- No quiero morir sabiendo que les voy a entristecer, por favor, perdonadme.- decía Miguel. 
- ¿No tienes miedo a la muerte? 
- No- dijo mientras se intentaba secar los ojos con la manga de su jersey- señor. Todos moriremos, pero lo que más temo es que nunca tendré una vida normal, por eso le pedí a los médicos y a mis padres que me dejaran venir hoy a clase, quería volver a sentirme alguien normal. No quería preocuparles, he sido un imbécil. 
El profesor se levantó de su silla y abrazó a Miguel. Acto seguido, Joel y Alberto se abrazaron con todas sus fuerzas a él. Todos se abrazaron. Todos estaban llorando porque uno de ellos se iba y su último deseo era el más humilde de todos: ser alguien normal, alguien con una vida que vivir, con sus desperfectos, pero así es la vida, amarga, dulce, ácida y salada; de todos los colores, de sonidos diferentes, dura o suave, la vida es todo lo que tenemos y al final nada. Y todo aquello lo había descubierto un joven Miguel a su temprana edad por culpa de un cáncer de páncreas detectado tarde. Un cáncer que se había extendido por su cuerpo, matándole lentamente por dentro y por fuera, quitándole una vida mundana. 
Cuando su madre llegó, vio a todos abrazados a su hijo. Rompió en llanto, pues ella también comprendía que su hijo solo quería ser parte de su clase, del grupo. Y que esa dichosa enfermedad le había dificultado tan fácil tarea.
- Vayámonos a casa hijo mío.- dijo sonriendo mientras dos lágrimas saltaban de su cara y precipitaban en el suelo de la clase. 
- Sí. Muchas gracias mamá por dejarme haber venido a la escuela. 
- Hijo, no hace falta que me des las gracias, ¿lo has pasado bien? 
- Sí- respondió con una sonrisa sincera, la cual brillaba en una cara apagada por la tristeza de sus ojos. 
Miguel se despidió uno a uno de todos sus compañeros. Algunos lo abrazaban, otros le daban una palmada en la espalda y la mano, pero si en algo coincidían todos, era en que le sonreían a tan valiente joven. Cuando llegó el turno de despedirse de Claudia le susurró algo al oído que le hizo reírse mientras lloraba. 
- Siempre te recordaré- le respondió ella.
Se dieron un abrazo entre sonrisas y lágrimas y se despidieron. Junto a la puerta, Joel y Alberto esperaban su turno. 
- Un placer haberle conocido maestro.- dijo Joel. 
- Lo mismo digo- respondió Miguel. 
- No te olvidaremos, no se olvidan caras como las tuyas- dijo Alberto. 
- Ni como las tuyas- respondió Miguel. 
Por última vez, los tres se miraron con una mirada cómplice, de camaradas, de amigos. Pero no pudieron evitar volver a llorar y se dieron un abrazo entre sollozos, lágrimas y tristeza. 
Esta es la historia de un joven que una enfermedad le cambió la vida y él luchó por retomarla de manera normal aunque fuera por un día. Luchó por su vida aun sabiendo que estaba más muerto que vivo. Al cabo de unos días, Miguel fue ingresado. La metástasis era muy severa con él y en cuestión de horas, el organismo del joven muchacho no aguantó más. D.E.P.